"Desarrollo Sostenible". La palabra de orden de la nueva ecotecnocracia

FUENTE: EKINTZA ZUZENA

Las instituciones que se han ido formando en el curso de los últimos años no han hecho más que resolver problemas viejos al precio de crear problemas nuevos y todavía más insolubles (Ivan Illich). Ahora están creando adjetivos para «ablandar» el concepto de desarrollo: «desarrollo sostenible», «desarrollo humano»,... que no llevan sino a lo mismo , a una mayor acumulación de capital y a una mayor extracción de recursos, que es en el fondo lo que se busca. (Pilar Vega)[...]

El término «Desarrollo Sostenible» se va a convertir -se está convirtiendo ya- en la coletilla que justifique las políticas institucionales en todos los ámbitos. La ambigüedad de la expresión facilita la identificación con la noción de «crecimiento sostenible» verdadero objetivo de la política económica de los principales centros de poder mundiales -G7, FMI, BM, GATT...- «Sostenible» significa, en definitiva, en estas interpretaciones, acomodable con el statu quo actual en términos de reparto Norte-Sur en el consumo de los recursos naturales. El Norte podría continuar con su modelo de crecimiento cuantitativo basado en la expansión de la producción y el consumo de masas, que se considera culturalmente inextirpable. Dentro de esta concepción, la noción de «Desarrollo Sostenible» se va a intentar transformar en un instrumento de la tecnología del consenso junto con el llamado «Capitalismo Ecológico», íntimamente unido al anterior. En este sentido, es preciso denunciar que es imposible la consideración de los límites ambientales sin cambiar la propia esencia del modelo; es decir, sin poner patas arriba la «ética» del crecimiento material y la acumulación, pilar central de la llamada sociedad industrial (Ramón Fernández Durán). «Desarrollo sostenible» en el Libro Blanco de la UE es el Tren de Alta Velocidad, o las grandes infraestructuras de autovías. Es un término tan amplio y tan desfigurado que es una bolsa donde cabe todo. Las grandes organizaciones internacionales como el B.M. y el F.M.I. también utilizan el término «desarrollo sostenible»... (Pilar Vega).

A lo que hay que ir es a la aniquilación de ese concepto de desarrollo (Pilar Vega). El actual modelo económico y productivo experimenta una constante necesidad de crecimiento cuantitativo, pues en este crecimiento está la clave del beneficio y por consiguiente de la acumulación de capital; en definitiva de la concentración de riqueza. En este sentido, los sistemas capitalistas y burocráticos sólo pueden sobrevivir creciendo, son como bicicletas -perdón, por la comparación-, o andan o se caen. Este crecimiento continuo está legitimado ideológicamente en la veneración de los conceptos de «progreso» y «desarrollo» (ramón Fernández Durán). En primer lugar, habría que desmitificar pues el concepto de desarrollo económico y social occidental, porque detrás de este concepto está el concepto de progreso, criticable en su conjunto: se explica como la evolución de las sociedades humanas como el progreso histórico, como que todo tiene que recorrer el mismo camino, la misma trayectoria (o al menos debería aspirar a llegar a ese final) (Pilar Vega). Esto conduce necesariamente a imaginar sólo un modelo único de evolución histórica, balizado por una sucesión de modos de producción que corresponden a las fases sucesivas de desarrollo de las fuerzas productoras, debiendo imponerse más pronto o más tarde a todos los pueblos este modelo único. Se vuelve a encontrar en este modo la ideología europea de la Ilustración, su hipótesis del progreso ineluctable, en una palabra, todo el contenido del eurocentrismo, con su visión lineal y mecanicista de la historia (Samir Amin).[...]

El ecologismo no es políticamente unívoco. El tema del medio ambiente no es más que la punta visible del iceberg. Lo profundo de la lucha ecologista reside en adscribirse a un planteamiento crítico y radical del capitalismo, porque éste no representa únicamente un problema de modelo tecnológico, sino que es un problema de modelo social. Entonces existirían dos corriente: el discurso negativo radical de la ecología, y por otro lado el medioambientalismo, la ecología como cosmética de la sociedad (Mario Gabiria). El contexto en el que la AHTaren Aurkako Asanblada desarrolla la crítica al proyecto del TAV no es, desde luego, el del ecologismo que analiza los temas medioambientales, partiendo de la aceptación implícita del modelo socioeconómico e ideológico capitalista (de aceptación de la idea de «progreso», de libre mercado, no crítica de la sociedad opulenta, etc.). (Alicia Sturtze). Al contrario. Si la tensión desarrollista y competitiva continúa, sea cual sea la cosmética que sean capaces de aplicarle los dirigentes actuales, en pocas décadas el deterioro será incomparablemente superior al actual (Declaración de Madrid). Cuando el razonamiento sobre este conflicto es llevado hasta sus últimas consecuencias, se hace patente la imposibilidad de hallar soluciones verdaderas y definitivas sin salir de las fronteras del sistema establecido (Antonio Esteban). La legislación sobre evaluación de impacto ambiental que entró en vigor en nuestro país en 1988, está vigente en EE.UU. desde 1969, y en 1970 en Canadá y a primeros de esa misma década en Israel, Holanda, Francia... No se trata de países que hayan visto frenado por ello su desarrollo (Impacto ambiental del TAV, MOPTMA).

¿Es todo esto un planteamiento «integrista» o «fundamentalista» que no encuadra con la moda del «ecologismo conservacionista light», «desarrollo sostenido» o kutxiflainas por el estilo que ahora tanto se llevan? Entonces a mí personalmente me irrita que me llamen ecologista. ¡Por favor! ¡Que nadie me confunda con semejantes especímenes! (Julio).

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