El colapso del tráfico

Vivimos un crecimiento sin freno del transporte cotidiano de mercancías y personas, imprescindible para el desarrollo y el crecimiento económico. Las industrias del automóvil, de la obra civil y de los carburantes se han convertido en el primer poder económico y mediático y, en colaboración con las administraciones públicas, han modelado el territorio, la sociedad y sus pautas de comportamiento en función de su beneficio económico y en detrimento de la salud de las personas. Ambas, las industrias y las administraciones, están actuando con plena conciencia de las consecuencias fatales que se derivan del crecimiento económico, es decir, del crecimiento del transporte y del crecimiento urbanístico y sus infraestructuras.

<< […] históricamente, la urbanización, la creación de ciudades y grandes aglomeraciones, está muy relacionada con la liquidación de los modos de vida agrícolas, con la «liberación» de la mano de obra necesaria para la industria a base de despojarles de sus recursos y medios de subsistencia. (…). Hoy las cosas siguen igual (…), y mucho más a nivel planetario, en que la población tiende a concentrarse masivamente en gigantescas aglomeraciones urbanas, en donde ya reside más de la mitad de la población mundial. De hecho, en torno a las urbes existen grandes intereses. Las concentraciones urbanas, por su demografía abundante, son mercados privilegiados de todo tipo y que siempre inducen a la movilidad. Mercados de consumo de alimentos -que tienen que ser traídos de fuera-, abastecidos en cada vez mayor medida por los grandes supermercados que a su vez se ubican en los extrarradios, incitando mayor movilidad motorizada y un mayor número de vertederos, mercados energéticos (gas y petróleo principalmente) y de coches. Objetos del fabuloso negocio de las inmobiliarias y de la construcción y especulación de viviendas y de suelos, con las nuevas variantes de urbanizaciones de poca densidad como los adosados, que no sólo absorben gran capacidad de territorio sino que impulsan más todavía las carreteras y el coche. Espacios de concentración de la burocracia, de los parasitarios servicios -bancos, seguros...-, de la enseñanza, de la sanidad, de la industria del ocio y que obligan a trasladarse a la gente de los alrededores al mismo. Espacios asimismo propulsores de un infinito tráfico turístico de fin de semana hacia segundas residencias escapando de las degradantes condiciones de vida de la ciudad. Extensiones de sobreacumulación de coches, carreteras, contaminación, ruido y estrés. Territorios que en su proceso de metropolización y ampliación constante, en su proceso de especialización territorial de actividades, obligan a la movilidad infinita y constante. Ésta es la política del poder, lo que corresponde a sus intereses, lo que se plasma en los Planes Territoriales Parciales; (…) un continuo habitado y urbano, irrespirable e inhabitable, infestado de coches, pero generador de grandes beneficios>>. (URRESTARAZU, I. “El consenso no es la vía para luchar contra el TAV” en Ekintza Zuzena número 34, 2007)